Gaby Prieto quiso aprovechar la tarde, después de hacer mercado, para dar una vuelta y despejar la mente sin saber que conocería a alguien muy especial. En el camino, coinicidió con una amiga junto a una caja repleta de cachorritos de distintos tamaños.
“Mientras jugaban con ellos, Prieto notó que había un costal de papas que se estaba moviendo. Le pregunté a la señora ‘¿Hay perritos ahí?’ Ella metió la mano al costal y sacó uno muy asustado... La señora me dijo ‘¿Lo quieres o no?’ Ahí me dije que no volvería a ese costal y me lo llevé”, recuerda Gaby.
“Estaba flaquito y tuve que jalarle desde adentro y cortarle pedacitos de pelo para limpiarlo bien de su popó. Poco después llevé a Güerito –así lo llamó la chica– al veterniario a vacunarlo, desparasitarlo y botó hasta gusanos.
A los días Gaby y Güerito tuvieron que mudarse a una casa donde estaba otro perro y el dueño no permitió más animales.
¿Cómo resolvió?
La mamá de Gaby, Carmen Larrañaga, al percatarse de la situación en la que estaba su hija, le pidió que volviera a Lima al precio de dejar al perro porque no tenían cómo pagar el traslado de Güerito vía aérea.
La esperanza es lo último que se pierde
Cuando menos lo esperaban, se abrió una ventana. Un contacto inesperado se ofreció a apoyarla pidiendo una ayuda a WUF para prestarle a Gaby una caja transportadora (canil).
WUF es una asociación sin fines de lucro peruana que, desde 2015 trabaja fomentando la adopción de perros y la tenencia responsable de mascotas. Esta ONG hizo las gestiones pertinentes para brindarle ayuda a Prieto para que se pudiese llevar a Güerito por aire.
Hay historias que, como la de Güerito, tienen un final feliz.