Aunque el nombre de este artículo, a primera vista, pueda parecer el título de una canción de Ricardo Arjona o el fusil descarado del título de la película de un consagrado director de cine español, más bien es algo así como un ejercicio de optimismo. Les confieso que me fastidian los gurús de autoayuda, que en medio de este sálvese quien pueda, material y espiritual, apelan a frases optimistas, pero muy inútiles, después de no encontrar esa condenada medicina, luego de una noche sin electricidad, de varios días sin agua, o sin gas, y el hospedaje automotriz en una colita de una semana para echar gasolina, como acabo de ver en Maracaibo y Mérida.
En la transición de sucursal del cielo a infierno tropical que hemos transitado por estos 20 años, y siguiendo con este paso firme hacia la reinvención de la rueda, nos hemos encontrado con un país desencantado, con una vida cotidiana destruida. Se ha convertido en un acto de provocación andar contento por ahí en medio de este desastre (en este particular y rebelde estado de alegría se reserva el derecho de admisión a los vivos que coronaron con la revolución). Con mucho respeto a los muy pocos venezolanos que han decidido irse del país (los demás han huido despavoridos). Yo he decidido quedarme. Tengo muchas razones. Porque soy un corazón terco, porque quiero ver cómo acaba esta tragicomedia de equivocaciones, porque me creo un duro, porque no puedo dejar el cafecito y las empanadas de la esquina (fiadas además), porque para pelar bola que sea aquí y porque yo sin cobres no me voy ni de vaina.
Sin pretensiones de echármela de Carlos Fraga y mucho menos de narrador de noticias del canal ocho, para contribuir humildemente con la supervivencia de nuestra venezolanidad, modo especie de extinción, y con base en la necesidad de la supervivencia suprema, les pido que rebusquen en su vida diaria y se darán cuenta de que vivir en un país donde lo que era fácil ahora es difícil y lo difícil es ahora imposible, no es sencillo. Para sobrevivir a veces lo que manda es hacerse el loco en la capital mundial de la resiliencia. Pero por experiencia propia les escribo que, una vez que hayan decidido quedarse a aguantar esta soberana pela, tienen que convertirse para tu familia en el Guido de La vida es bella, un padre que se las ingenia para ocultarle a su pequeño hijo los horrores de la guerra. Es que andar por ahí con una sonrisa puede convertirse en una conducta subversiva. Este estilo de vida en emergencia perpetua ha revertido por completo nuestra escala de valores. Aquí hasta ser educado y dar los buenos días se ha convertido en un acto sospechoso. Dígame cuando llega alguien con una sonrisota en un ascensor repleto, en una cola del banco o de visita a una comuna y saluda en voz alta, obligando a devolverle el saludo. Creo que alguien que da los buenos días debería ser investigado por los organismos de inteligencia del régimen. Es una conducta contestataria. Además, ver a alguien contento y todo amable, cediendo asientos en lo que queda de nuestro transporte público y, como si fuera poco, regalándole una sonrisa al que le mire, podría ser alguien muy peligroso.
Si vez a alguna persona con una sonrisa en su trabajo, atendiendo a la gente en alguna oficina pública, estudiando en su universidad, atendiendo en un café, un negocio, este sujeto o sujeta (esta costumbre de nombrar los géneros ahora es cultura) podría ser identificado como un optimista. Y en un lugar donde se le proporciona la máxima resta de la felicidad a sus individuos, esto es un delito que debe ser castigado con todas las fuerzas de la ley. Ya el TSJ debería estar espiando las medidas a tomar contra estas conductas que ponen en peligro la existencia de la propuesta del hombre nuevo de la Venezuela del siglo 21.
Andar de regalado por ahí con una sonrisa de oreja a oreja a pesar de todas las dificultades y penurias, le puede otorgar el muy rebelde calificativo de optimista, pero no se me vayan a deprimir por eso. Quiero que sepan que no están solos en esa conducta altamente conspirativa. Mira con detenimiento a tu alrededor y te encontrarás más cómplices de los que te imaginas. Créanme. Una sonrisa puede ser una amenaza para el poder. Si no que lo concluya mi querido Chico Buarque cuando desafió a la dictadura militar brasileña en 1970. Aquí les dejo un pedacito de la letra de su canción A pesar de usted. Y me despido de ustedes con una sonrisa bien subversiva hasta la semana que viene.
a pesar de usted,
mañana ha de ser otro día.
daría tanto por ver
el jardín florecer
como usted no quería.
cuánto se va a amargar
por ver el día clarear
sin pedirle licencia
cómo voy a reír
que el día ha de venir
antes de lo que usted piensa