«Oslo» bien, o las consecuencias serán las mismas. ¿Entienden? Jugando un poco con las palabras como mi invitada del jueves pasado, no tiene chiste explicar que todo quedó en una mera reunión y que sin resultados, como muchos analistas han afirmado, fueron a ganar tiempo y tapar la realidad del grave colapso de las políticas de Maduro.
Ante la petición, que no entiende ningún venezolano, de no divulgar lo hablado, el “aliado” del pueblo venezolano buscaba un acercamiento de las dos tendencias en disputa.
Unos pretendiendo tapar una realidad ineludible, palpable y tangible que se acrecienta con los días; y por otro lado, los que están agotando los caminos diplomáticos necesarios, escuchando las recomendaciones del mundo ante un clamor que se repite en redes sociales como si se tratase de un post obligado leer.
¡Otra vez nos vendieron! ¡Nos crearon falsas expectativas! ¡Ya no vale la pena seguir luchando! ¡Estoy cansado! ¡Esto se lo llevó quién lo trajo!…
Es incomprensible pensar a estas alturas que Oslo sería la panacea para el alivio del problema. Al parecer, la reunión causó, más que alivio, una inmensa preocupación en el común, y hasta escuché cometarios como “estamos peor que antes”.
El cuento como es…
Noruega expresó su interés de ser un puente mediador entre opositores y oficialistas, eso es plausible, gracias de antemano, muy considerados de su parte al preocuparse por un país de América que está a escasos 8.565 km de distancia. Leído así estamos “cerquita”, leído de otra manera, ¿qué puede interesar a Oslo lo que pasa a casi nueve mil kilómetros de ellos?
Fácil: estratégicamente Noruega tiene relaciones e intereses en Venezuela, negocios que no son nuevos. Recordemos que en tiempos de Rafael Ramírez la empresa Statoil se interesa por la explotación de la faja petrolífera y tiempo después se convierte en Equinor, uno de los mayores abastecedores de petróleo crudo del mundo y un importante proveedor de gas natural para el continente europeo.
Hasta aquí el cuento es normal, las empresas son para eso, para hacer negocios. Pero ¿por qué el interés de sentar en una misma mesa a los dos actores venezolanos en conflicto? Pues no es difícil pensar que el negocio se vería afectado de seguir la pugna. Noruega es accionista de la explotación de la Plataforma Deltana, a las afueras del río Orinoco venezolano, donde tiene nada más y nada menos que el 54 %, siendo así el mayor accionista del gas venezolano.
Por eso deciden hacer valer sus derechos. ¿Y cuál era la forma más saludable de allanar los caminos diplomáticos? Sentando a los ejes en crisis para no perder de ninguna manera el negocio que tan buenos dividendos les ha significado desde los tiempos de Chávez.
Lo que pasó en Oslo, se quedó en Oslo
Por todo esto, hacen firmar un acuerdo de confidencialidad a las partes, donde se les prohíbe comentar lo sucedido en Noruega.
Así que cualquier teoría sería aventurada, cualquier opinión que no sea la elemental – Noruega aboga por sus negocios – queda bajo la responsabilidad del opinador de oficio. Difundir cualquier información sobre la base de especulaciones, a partir de sus intereses oscuros, es seguir imprimiéndole, a la ya cansada vida del venezolano, la hiel de la desesperanza extrema.
Ante el cerco informativo solicitado por el “mediador”, sepan que solo los actores que se sentaron a conversar son los únicos que saben lo que allí se dijo, además del porqué del fracaso de dos encuentros, uno a ciegas y otro cara a cara, según cometan las redes. Pero ojo, también saben hacia dónde vamos, agotado el camino del diálogo.
De manera tal que, especular, culpar, obstinarse por lo que no podemos asegurar, es muy complicado. Para los periodistas, se hace aún más complicado poder explicar a nuestra audiencia que no podemos informar, si para eso estamos.
Si usted está en Venezuela, como siempre, mi sana recomendación es que siga adelante, continúe su vida en la medida de lo posible sin “infoxicarse”, aléjese urgentemente de la gente tóxica, prefiera leer buenos contenidos que noticias preocupantes, trate de prepararse mucho más en áreas no exploradas.
No caiga en el juego de quienes difunden fake news, opte por variar la rutina y deje en Oslo lo que pasó en Oslo, porque ni usted ni yo podemos saber lo que allí pasó.