Por Ángel Medina
Mientras la industria de la aviación mundial desarrolla alrededor de 170 proyectos dirigidos a la construcción de motores de alta tecnología, que permitan que en 2030 ya existan vuelos comerciales con aviones impulsados por hidrógeno o aviones eléctricos, una dama en pleno centro de Puertos Ordaz en el estado Bolívar en Venezuela espera impacientemente a que llegue algún medio de transporte que le permita volver a su hogar luego de una larga jornada laboral, donde deberá pelearse con el resto de personas por encontrar -a veces por la fuerza- un espacio dentro del autobús.
En el mismo tiempo que un joven en Corea del Sur en apenas unos segundo descarga una película completa en su celular porque tiene en sus manos un dispositivo con la reciente tecnología 5G que le permite navegar a una velocidad de 10GBps, otra joven espera en Chuquisaca en Bolivia, que finalice la pandemia y que se permitan reabrir las escuelas para poder seguir sus estudios porque en su región -una zona rural apartada - no llega el internet y no existe ningún tipo de conectividad.
Cuando el hombre de negocios, desde su oficina en Zurich – Suiza, controla muchos de los asuntos de su hogar mediante el internet de las cosas, prendiendo y apagando las luces, regulando la calefacción para tener una temperatura determinada dentro del hogar o programando las series que quiere ver una vez llegue a su casa en la noche, otro hombre en La Habana, Cuba debe estar pendiente de que el único televisor y aparato de radio que le sirve a la familia, no sufra producto de los apagones que de forma constante viven en la isla caribeña.
Al mismo momento que la nanotecnología comienza a cristalizar la real posibilidad de que existan pastillas inteligentes como la desarrollada por el MIT donde han diseñado una pastilla que puede controlarse de forma inalámbrica y remota para monitorizar la salud a distancia, pudiendo ajustar la dosis de medicamentos o incluso detectar alergias e infecciones, en ese mismo tiempo, una mujer aguarda pacientemente en un centro de salud en Bocas del Toro – Panamá para ser atendida por uno de los poquísimos médicos especialistas que puede verle su afección cardiaca, debido a que la distribución de los galenos en esa nación es muy desigual.
Estas son las brechas que no solo imponen los avances tecnológicos a nuestras sociedades, son la viva expresión de la diversidad global y de los diferentes momentos – a veces radicalmente distintos – por los que atraviesan regiones enteras del planeta. Estos son ejemplos que nos traen de vuelta a millones de los espacios y personas que viven en Latinoamérica, que reflejan las enormes dificultades que tenemos como región para insertarnos en un proceso global que es indetenible, que la pandemia del COVID ha acelerado y que está transformando la vida de miles de millones de personas.
Son dos imágenes de un mismo siglo, de un mismo tiempo, de un mismo planeta que se enreda en sus peculiaridades, sus diferencias y en sus razones de comprender el medio que lo rodea, son las múltiples realidades que tiene una misma humanidad, una tierra que se encuentran en sus complejidades y que determina el significado de progreso en cada uno de sus espacios, esta es la tierra de hombres y mujeres donde se construye una aldea global dispareja.
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